viernes, 12 de septiembre de 2014

Sabía que era problemático.

Lo sabía, sabía que era problemático
desde el primer momento que le vi.
Sus gestos, la forma en la que andaba,
su forma de vestir.

En ese momento,
aunque pareciese mentira
era lo que buscaba.

Alguien que calmase mis cicatrices
y que me hiciese cambiar.
Alguien que fuese diferente
y a quien no le importase lo
que pensase la gente.

En poco tiempo,
descubrí su lado más
enigmático y me encantaban
sus defectos.

En poco tiempo,
creamos una áspera armonía
entre mi forma de ser
y la suya.

Sabía que era problemático
estar a su lado.
Lo que no esperaba es que
me llevase junto a él.

Me llevo con sus manías,
sus "sólo un poco más",
sus "no pasará nada, confía",
es decir, con sus tonterías.

Los días comenzaron a ser oscuros,
lentos, amargos y sobre todo,
extraños.
No sabía en que día vivía.

Me gustaba esa sensación
aunque sabía que no era
bueno.
Termine acostumbrándome.

Hacía lo que él me pedía
sin dudarlo.
Daba todo por él, aunque
sabía que podría meterme
en problemas.

Desaparecí.
Pero junto a él.

El tiempo pasaba y
me ahogaba en lo sombrío.
Él, se ahogaba en el alcohol.

De pronto, todo cambió.
Ya no era el mismo
y eso, me destrozaba.
Trate de despegarme de sus "manías",
pero era tarde, estaba enganchada.
Enganchada a él.

No paraba con los excesos,
y su mundo se materializó
en agujas, botellas, papeles
y filtros.
El mío, por desgracia,
también. Me llevó junto a él.

Sabía que cualquier exceso,
acabaría machacándole y
matándole.

Entonces, desapareció.
Sin dejar rastro.
Pero me dejo hundida en
 sus problemas
y ahora, la que se pudre soy
yo sin que nadie más
se de cuenta.

Estaba enganchada a él
y ahora sigo enganchada,
pero no se al que.





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